Humboldt en Euskal Herria

Autora: Felícitas Lorenzo Villamor (Historiadora)

 

“Oculto entre montañas, habita las dos laderas de los Pirineos Occidentales un pueblo, que ha conservado por una larga serie de siglos su primitiva lengua y, en gran parte también, su antiguo régimen y costumbres, y que, según la feliz expresión de un moderno escritor, se ha sustraído, tanto a la mirada del observador, como a la espala del conquistador, el pueblo de los vascos o biscaynos”.
W. von Humboldt. Los Vascos (1821)

Las Jornadas Europeas de Patrimonio que este año se celebran bajo el lema “Patrimonio de los caminos: rutas, redes y conexiones” no pueden tener un protagonista mas apropiado ni eminente que Wilhelm Von Humboldt. Los meses de abril y mayo de 1801, el políglota se encuentra entre nosotros en un viaje de investigación que contribuiría a desvelar el misterio de los vascos y que nos ubicó en una Europa en construcción que él mismo contribuyó a crear a través de su participación en el congreso de Viena tras la derrota de Napoleón. La biografía del mayor de los Humboldt revela su conocida faceta de político, filosofo, lingüista y diplomático, su pasión por los viajes, pero sobre todo, un gran humanista y amigo de los vascos.

Wilhelm von Humboldt afirmaba que la percepción del mundo se hace preferentemente a través de la lengua. Él tenía como objeto científico el estudio comparado de las lenguas y de los caracteres nacionales. Sus extensos estudios sobre la lengua vasca constituyeron la base de que fuera uno de los fundadores de la Filología moderna y comparada. A su vez, fue el divulgador del euskera en la Europa romántica.

 

Wilhelm von Humboldt

Nace en 1767, hijo de una familia noble y dos años antes que Alexander, su celebre hermano naturalista. Su esmerada educación comienza con tutores particulares que les inculcaran un gran interés por las lenguas, los viajes y la naturaleza mediante lecturas. Tras su paso por la Universidad, Wilhelm se decanta por las leyes, los idiomas y la filosofía, mientras que Alexander lo hará por el comercio y la minería. También acuden a salones literarios que propiciarán conexiones de por vida y serán vehículo de nuevas ideas románticas: Schiller, Goethe y Carolina, su futura esposa. Un viaje a París tres semanas después de la Revolución Francesa, le marcará con la huella de un profundo humanismo y una ideología socialmente progresista.

A la muerte de su madre, Wilhelm heredará la propiedad de la casa familiar de Tegel, mientras que Alexander preferirá su herencia en efectivo, lo que le va a permitir su ingente exploración del continente americano.
En 1799, y en familia, arranca su primer viaje. Lo hará en mulas con tres hijos de 7, 5 y 2 años y Carolina embarazada del cuarto. Se trata de un periplo a España ciertamente incomodo que durara 8 meses, y cuyo paso, en diagonal desde Bayona a Vitoria durante una semana, prenderá la mecha de la innegable fascinación que ejerció el País Vasco, su lengua (“ Mi principal designio de este viaje era la lengua…”) y su cultura en la mente del erudito.

Tras su vuelta a París, comienza la búsqueda de materiales para conocer de cerca el euskera: peina las bibliotecas y obtiene gramáticas y diccionarios, entre ellos los de Larramendi, el “Guero” de Axular, “Proverbes basques….” y “Notitia utrisque…” de Oihenart, la Geografía de Bowles…
En abril de 1801 arranca su segundo y definitivo viaje que no acabará hasta junio. Se traslada a caballo, se hospeda en posadas, caseríos, casas de curas y palacios nobles, haciéndose conducir por guías nativos y anfitriones ilustrados. Esta nueva visita es ya un viaje de investigación especifica de los vascos y su cultura. Su actividad es intensa e interesada: estudia la lengua, la danza, los cuentos populares, la vestimenta, las técnicas agrarias, las fiestas populares, la organización de las juntas, el sistema de representación y la Historia…Todas las observaciones las recoge minuciosamente en “El diario del Viaje Vasco. 1801”, realizando incluso pequeños dibujos como el de la tribuna de la Casa de Juntas anterior al actual. De estas anotaciones nacerá “Los Vascos”, su obra más divulgada y publicada.

Recorre Baiona, Biarritz, San Juan de Luz, Hendaya y Fuenterrabía. Estas dos ultimas localidades le sirven para comentar lo injusto de la frontera entre hermanos y la guerra a la que se ven abocados por pertenecer a diferentes países. Amorosamente, recorre y describe el paisaje con una mirada
romántica. Pero esto no le sustrae de su perspicacia al alabar la fortaleza, el empuje y la iniciativa de las mujeres desempeñando tareas como transportistas o pescadoras. Esta clara implicación laboral femenina de las vascas la vuelve a poner de relieve en Pasajes con las bateleras, e incluso más tarde, en su correspondencia, también se asombrará del oficio de herreras de dos mujeres.

 

Bateleras de Pasajes (B. Hennebutte-Feillet)

San Sebastián le servirá para hablar de la organización administrativa de la provincia y al día siguiente, tras pasar por Orio y Zarauz, descansa en Getaria. Desde allí nos referirá la gesta de Elcano, la presencia precolombina de los vascos en América y las costillas de ballenas para los emparrados txakoli. No se le escapan tampoco al viajero, la rivalidad entre pueblos en un partido de pelota expresada por los bertsolaris, dos características singulares de la cultura vasca.

En una jornada a caballo y tras atravesar Zumaya, Deba, Motrico, Ondarroa y Berriatua, llega a Markina donde se aloja en el Palacio de Munibe propiedad del conde de Peñaflorida. Moguel y José Mª Murga, a la sazón Diputado General, serán sus informantes, lo cual no le impide largos paseos y conversaciones con aldeanos, a los que percibe como nobles y con cierto nivel de renta, a juzgar por su alimentación. Describe las layas y otros aperos, cita la vacunación, alaba su euskera y se extiende en la hidalguía universal. De allí, como no es extraño, se traslada a Bergara, sede del Real Seminario de Nobles y comprueba que su hermano Alexander es conocido y respetado.

Vitoria le servirá para explicarnos la organización alavesa, y su historia. Pero estaba deseando llegar a Durango, donde tuvo la más larga estadía del viaje. Su anfitrión, el apologista Astarloa, fue su acompañante y compartió con el prusiano sus manuscritos y ultimas investigaciones, teniendo una influencia decisiva en su conocimiento del euskera. Ello no es óbice para visitar y explicar el caserío vasco y sus hórreo, así como las fiestas y las indumentarias populares.

Bilbao le sedujo, lo mismo que los festejos, tanto en una anteiglesia cercana, como los toros. De ahí va a Somorrostro, donde investiga la minería a cielo abierto así como se informa de la biografía de Lope García de Salazar. Tras cruzar la ría en bote, comienza un veloz regreso que pasa por Gaztelugatxe, Bermeo (donde cita una vista de Paret que ha contemplado en Madrid) y Mundaka.

Una riada en Gernika le retiene y se asombra ante una junta de campesinos que discuten en euskera, tienen su propia ley y toman sus decisiones en asamblea. Al cesar de llover, se dirige a Lekeitio cuyas costumbres marineras son detalladas prolijamente. En su retorno va a Loiola, con breves paradas en Azpeitia y Azcoitia. Los últimos 4 días de su viaje los dedica a Iparralde con una visita a Roncesvalles. Itxassou con su gastronomía y las etimologías son objeto de su interés. Finalizará visitando Donibane Garazi y Maule donde menciona la dinámica y el origen de las pastorales, la organización política y el lirismo del suletino.

 

Mapa viaje 1801

A su vuelta, será embajador en Roma, en Londres, reformador y ministro de educación, fundador de la universidad de Berlín, y plenipotenciario en el congreso de Viena, convirtiéndose así en uno de los configuradores de Europa tras la caída de Napoleón. En 1819 se retira a Tegel, donde se dedicara a la investigación de las lenguas, especialmente el euskera, falleciendo en 1835.

[…] pasé dos meses felices, parte en el país vasco-español, parte en el país vasco francés, y siempre he de considerar esta primavera transcurrida en las orillas del golfo de Vizcaya como una de las más hermosas de mi vida. Los Vascos (1821)

 

(Foto portada: Busto de Humboldt en el parque de los pueblos de Europa Gernika-Lumo ©Iker Uriarte)

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